
El realizador israelí Eran Kolirin nos ofrece una visión muy humana de las relaciones entre árabes e israelitas. Sin ser dramática logra transmitir el halo de melancolía de las experiencias vitales que hay detrás de cada personaje, al tiempo que los une a todos a través de la música. En el filme no hay un choque de culturas, es más bien una puesta en común, una búsqueda de lo que comparten los personajes, que es más de lo que aparentan. Con un ritmo pausado y un estilo sencillo y sin pretensiones, es una película que deja un mensaje de vitalidad presentado bajo un envoltorio bucólico. Notable alto.
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